La Solución es la Educación
Fray Junípero Casablanca (Listin Diario- 7/28/2008)
En las últimas dos ponencias examinamos el problema de la doble moral del dominicano observado tanto en las personas de escasos recursos como también en las personas de clase media y clase media alta. Vimos cómo la doble moral está socavando la esencia misma de la vida dominicana demostrándose de forma cruel y dantesca dentro de los círculos de la política, la economía, los barrios, y hasta en la forma en que conducimos en nuestras calles y carreteras. El problema de la doble moral es harto conocido ya que sabemos de dominicanos que no saben como botar un papel en la basura, hablan en tonos muy altos y con palabras indecentes, conducen automóviles como si fuera el último día de su existencia, y no tienen miramiento para evadir los impuestos, engañar al fisco o tomar lo ajeno. Sin embargo, estos mismos dominicanos llegan a Nueva York o Madrid y parecen ciudadanos modelos. Se puede pensar que este comportamiento se debe al régimen policial que tienen en estos países ya que las leyes allí se tienen que cumplir y existen medios para que el ciudadano que no quiera cumplirlas, pague las consecuencias con multas, cárcel o con la propia vida.
Pienso que la doble moral es más bien un problema que solamente se puede solucionar si podemos educar mejor a nuestra población. En los estudios de comportamiento humano realizado desde Harvard para analizar las causas de los comportamientos delictivos de los barrios de Boston, encontraron que el ciudadano de escasos recursos no tiene los niveles de educación necesarios para enfrentar la vida cotidiana y ya en las escuelas primarias y secundarias empiezan a caer víctimas de figuras del narcotráfico y de pandillas que finalmente se convierten en su modelo de existencia. En las casas de personas de clase media alta existe un modelo de lo que se logra con la educación, hay libros, se va a la iglesia, el vocabulario es más nutrido, existen ejemplos entre familiares cercanos de éxito a través de sus profesiones, y por ende el joven crece en un ambiente que le inspira a educarse y a perseguir objetivos profesionales y espirituales de mucho más alto nivel.
En República Dominicana se ha desvirtuado en los últimos treinta años la figura del maestro y del profesor. Érase una época cuando las maestras eran instituciones dentro de la sociedad. El culto a la educación sembrada en nuestro país y que sirvió de modelo para grandes naciones como México y Argentina por nuestro padre de la educación, Pedro Henríquez Ureña, se han debilitado por el esfuerzo autodestructivo de todos los partidos políticos que han disfrutado del poder. A pesar de todos los consejos recibidos en Ginebra en los acuerdos tripartitos sobre la educación, a pesar de las enseñanzas y prédicas de figuras de la historia como San Juan Bosco, Ignacio de Loyola, y los inmensos esfuerzos que ha hecho la Iglesia Católica en nuestro país por mejorar la educación, y las vidas sacrificadas por tantos Ministros y Secretarios de educación, la verdad es que todavía se invierte muy poco en la educación de nuestros jóvenes. El resultado es que el maestro de escuela recibe un salario que le coloca en la clase media baja. Los niños no ven al profesor o la profesora con el respeto que se merece ya que entienden que es una carrera mal pagada a la que se dedican solamente lo que no triunfan en profesiones más productivas.
La falta de educación penetra hasta las más altas esferas de la política dominicana y así lo reconocemos en las numerosas fábulas que hemos vivido de políticos que no saben hablar, de militares que leen como quiera (al derecho y al revés), de legisladores que quieren viajar con un revolver en la maleta, de otros que trafican con ilegales, de funcionarios que le sueltan la presa a una comunidad a la hora cero del sueño y luego quieren justificar que no tuvieron la culpa, y así decidimos que es mejor invertir la millonada que vamos a gastar en energía eléctrica, aviones de combate, calles carreteras, puentes, y acueductos, pero seguiremos ahorrando el gasto en educación ya que parece ser que eso no es lo que más apremia. También vamos a seguir apoyando una justicia que suelta a ladrones y asesinos por falta de pruebas y por irresponsabilidad del ministerio público sabiendo muy bien que muchos de los narcotraficantes salen a las calles a delinquir por los regalos que hacen y no por falta de evidencia. Ya mencionamos que la doble moral en que vivimos pone en un pedestal de admiración al narcotraficante que regala dinero generosamente, que anda en un vehículo de lujo, con muchas mujeres y muchas joyas. Toda la sabiduría del mundo nos dice que el éxito está en el trabajo honesto, realizado con amor y empeño, el trabajo dedicado al servicio de los demás. Todo lo otro es vanidad
Por eso reitero que para eliminar la doble moral tenemos que educar mejor a nuestro pueblo. Debemos educarle no solamente en cosas técnicas, vocacionales, académicas, o profesionales, es necesario llevarle a nuestros hermanos una educación moral, religiosa, y familiar. Eso requiere de tiempo, de sacrificio y de dinero pero los frutos de ese esfuerzo sería multiplicado en creces al poder compartir esta isla con personas honestas, respetuosas del espacio y derecho ajeno, y personas dedicadas a trabajos productivos que nos enmarcarían mejor en este mundo de competencia global. La clave es la educación.